Cuando hay dificultades en la vida y estamos buscando dirección, anhelamos escuchar de Dios. Anhelamos confirmación de que las cosas estarán bien. Anhelamos la afirmación de que Dios nos está cuidando. Anhelamos escuchar la voz de Dios.

En la Biblia, la voz de Dios a menudo se compara con el trueno. Me encanta el sonido del trueno en la distancia. Es ese profundo estruendo que me dice que hay una tormenta en algún lugar a kilómetros de distancia. Para algunos, ese sonido de trueno distante es reconfortante. Sin embargo, cuando la tormenta está más cerca y el trueno es más fuerte e incluso hace temblar el suelo, es aterrador. Ese sonido de un trueno nos dice que hay algo más grande que nosotros, algo que no se puede controlar, que se cierne sobre nuestra casa. Fue entonces cuando aprendimos a ponernos a cubierto y esperar a que pase la tormenta.

En 2 Samuel 22:14 el trueno de la voz de Dios llenó el aire. En los Salmos, la poderosa y majestuosa voz de Dios se compara con los tornados y los relámpagos. Hace que la tierra tiemble. (Salmo 29: 4, Salmo 77:18)

En Éxodo, Moisés subió al Monte Sinaí para hablar con Dios por el pueblo de Israel. Se advirtió a la gente que no tocara la montaña por miedo a la muerte. Mientras Moisés estaba allí, oyeron truenos y sintieron temblar el suelo. Estaban aterrados.

La voz atronadora de Dios puede ser aterradora, recordándonos cuán pequeños e insignificantes somos.

La voz de Dios toma otras formas en la Biblia.

Su voz se compara con la suave voz del pastor que cuida a su rebaño e incluso llama a cada oveja por su nombre. Las ovejas confían en su voz porque lo conocen. (Juan 10: 3) ¡Qué grata es la voz de quien nos ama y se preocupa por nosotros!

Para el profeta Elías, temeroso y escondido de sus enemigos, Dios habló en un suave susurro. (1 Reyes 19: 1-13) Hay momentos en que un susurro es justo lo que necesitamos para calmar nuestro espíritu.

Isaías 30:21 cuenta que el pueblo de Dios escuchó su voz diciéndoles: "Este es el camino; camina en él". Esta es la voz del único que conoce el camino.

En su visión del cielo, el apóstol Juan escuchó una fuerte voz desde el trono que proclamaba que la morada de Dios ahora está entre la gente, y que él viviría con ellos. "Serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos y será su Dios". (Apocalipsis 21: 3 NIV)

Para todos los que creen en el Salvador, Jesucristo, la voz de Dios es de perdón y santuario. Ya sea un susurro suave, un ruido sordo en la distancia o si está sacudiendo la tierra donde estamos parados, es la voz en la que podemos confiar.



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